Economía liberal para no economistas y no liberales, de Xavier Sala i Martín. 2002


Xavier Sala i Martín es una de las personas a las que leo con mucho interés y con las que se aprende a pensar. En este libro del año 2002, las ideas que expone no han perdido fuerza con el tiempo. En esos años se acababa de producir la crisis económica en Asia y se estaba desarrollado la crisis de las puntocom.

El libro explica el funcionamiento de la economía de mercado. Está dividido en dos partes, la primera son 17 ensayos que tratan sobre temas variados, como el papel del gobierno en la economía, las libertades democráticas y económicas en el mundo, la explotación infantil, África, y más. La segunda parte es una colección de artículos del autor que desarrollan temas similares a los anteriores. La primera parte del libro es colosal. Los artículos de Sala i Martín son también buenos, con ejemplos muy claros. Lo incluyo entre mis libros favoritos. No obstante, se echan en falta los índices onomástico y temático.

Comparando este libro con el de Juan Ramón Rallo y Carlos Rodríguez Braun, El liberalismo no es pecado, compruebo que Sala i Martín es más permisivo con el Estado. Mientras Rallo y Braun son radicales en relación con el papel del Estado, y defienden un sistema que no necesita de la participación del Estado, Sala i Martín defiende el papel del Estado para ejercer determinadas funciones, como son: "la defensa de los derechos de propiedad, la garantía de la competencia entre empresas, la provisión de bienes problemáticos y la protección de los desprotegidos para garantizar la igualdad de oportunidades". (P. 49). Pero las críticas al Estado son muchas, por ejemplo, cuando habla del tema fiscal, ya que "si el gobierno es incapaz de llevar a cabo una de las tareas que le corresponde, como es el caso de recaudar impuestos, ¿cómo vamos a poder confiarle tareas que se escapan a su competencia natural como es la administración de los hospitales o de las escuelas?". (P. 64). Más adelante incluiré más críticas al gobierno y el Estado del autor.

Pero al margen de este enfoque diferente de las funciones del Estado, las ideas de Sala i Martín son similares a las de los otros dos autores. Defensa de la libertad, de la propiedad privada, del mercado, en definitiva, defensa de todo lo que haga que la humanidad pueda progresar dentro de un marco de libertad y competitividad.

El autor defiende que los economistas no saben hacer predicciones, de hecho nadie puede hacer de futurólogo, bromeando con que "hay dos tipos de economistas: los que no saben hacer profecías y los que no saben que no saben hacer profecías". (P. 17).

La filosofía del libro se puede resumir con esta cita de Paul Krugman: "El espíritu mercantil y el afán de lucro han hecho más para un gran número de gente pobre que toda la ayuda humanitaria y todos los créditos blandos concedidos por todos los gobiernos y todas las ONG del mundo a la vez". (P. 22). La misma idea se repite más adelante: "la libertad de montar una empresa en una economía de mercado hace que se satisfagan las necesidades de los ciudadanos gracias al deseo egoísta que tienen los empresarios de ganar dinero". (P. 30). Otro ejemplo son los archimillonarios que "se convierten en personajes 'altruistas' y 'generosos' que crean fundaciones y regalan dinero con objetivos humanitarios. [...] La verdadera contribución de estos señores y señoras a la humanidad no es el dinero que regalan sino los programas y toda la constelación de productos que permiten a tantos y tantos trabajadores de todo el mundo ganarse la vida". (P. 48).


"Las buenas intenciones no siempre bastan para garantizar buenos resultados y hay que sopesar cuidadosamente sus consecuencias". (P. 32).


Sobre la intervención del Estado hay que tener en cuenta que "el gobierno debe financiar sus actividades con impuestos, y éstos distorsionan el libre funcionamiento de los mercados". (P. 33). Esto nos lleva a la cuestión de que cantidad de impuestos es la óptima

Hay veces que la intervención del Estado parece que ha provocado el crecimiento de los países, como sucedió en parte de Asia, Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur, a finales del siglo XX. Pero el matiz es que, tal y como indica "el economista Marcus Nolan del Institute for International Economics, por ejemplo, demuestra que la mayor parte de los subsidios del gobierno coreano fueron a parar a la agricultura y no, como a menudo se dice erróneamente, a los sectores industriales responsables del crecimiento económico del país como el automovilístico o el de la electrónica". (P. 38).

Entroncando con el magnífico libro de Matt Ridley, El optimista racional, Sala i Martín ilustra el porqué de la mejora en el nivel de vida de la familia media actual, que no hubieran podido ni soñar los príncipes del S. XVIII. Pudiendo disfrutar de: "agua corriente en casa, lavabos que se llevan los restos con sólo tirar de la cadena, luz al pulsar el interruptor, frigoríficos para fuardar los alimentos, teléfonos para comunicarse al instante con cualquier punto del planeta, aspirinas para eliminar el dolor de cabeza, viajes en aviónque permiten ir de un continente a otro en pocas horas, acceso a la ciencia, la cultura y las tecnologías de todas las sociedadesd el mundo, dientes sin caries, instrumentos ópticos para ver mejor, la posibilidad de tener hijos sin que sea muy probable que se mueran al poco tiempo de nacer, telivisores, ordenadores y juegos de vídeo, maquinillas de afeitar que no irritan la piel o incluso pastillas Viagra que perpetúan la alegría cuando la naturaleza ha dicho basta". (P. 42).

Otra buena razón para el progreso y el fomento de la competitividad para hacer a las personas más ricas es que "si la posibilidad de hacerse rico no existiera, la gente no trabajaría, no invertiría, no se educaría u no innovaría, y todos saldríamos perdiendo". (P. 43).

"Lo realmente importante es que haya competencia entre empresas y no que su propiedad sea privada. [...] Se confunden los conceptos de privatización (que es la venta de una empresa de propiedad pública a inversores privados) y de liberalización (que es la introducción de un marco de competencia entre las distintas empresas del sector)". (P. 50).

Una razón para "limitar la acción del gobierno en la economía es que tiende a gastar demasiado y mal por su propia naturaleza, que hace que administre un dinero que no es suyo". (P. 65).


Una idea con la que estoy totalmente de acuerdo, es que el Estado debería ser más voluntario, es decir, "que cada uno adquiriera los bienes que más le convienen sin forzar a la gente a consumir lo que el gobierno le dicta". (P. 66).


Uno de los defectos de los sistemas comunistas son los incentivos, para qué esforzarme, estudiar, invertir, si al final ganaré lo mismo. (P. 67). La idea de la imposibilidad del comunismo lo desarrollo magistralmente Hayek, en Camino de servidumbre.

Dos problemas de las instituciones públicas son que "normalmente solo se juzgan los beneficios" (P. 66) y que "cuando se crea una institución pública, nunca se piensa en cerrarla una vez hayan desaparecido las necesidades que han llevado a su creación" (P. 68), por eso el autor piensa que los gobiernos han crecido demasiado. 

El autor trata sobre el problema de la patentes y sobre "el conflicto entre la necesidad de conceder monopolios a los inventores mediante patentes y la necesidad de fomentar la competitividad de precios para beneficiar a los consumidores". (P. 75). 

Tras definir la globalización como "el libre movimiento internacional de cinco factores: el capital, el trabajo, las tecnologías, el comercio y la información" (P. 85), el autor analiza la globalización y la globofobia.


Con los ejemplos de Singapur y la Chile de Pinochet el autor muestra que "ha habido muchos países con economías de mercado que no tenían libertades políticas y democráticas". Pero no cabe duda que "a medida que los países se hacen más ricos, las probabilidades de llegar a ser democráticos aumentan". (P. 94).


Los impuestos excesivos no siempre son determinantes, porque las empresas "buscan mano de obra cualificada y un entorno empresarial favorable, cosa que a veces es difícil de hallar en países que intentan robar actividad empresarial ofreciendo simplemente menos impuestos".  (P. 96).


En el capítulo dedicado a la explotación infantil, y relacionando la prostitución infantil y la pobreza, se hace evidente que, "nos guste o no, la alternativa más viable (a la prostitución infantil), de hecho, la única viable a corto plazo, es el trabajo infantil". (P. 99). Un ejemplo:

Un ejemplo famoso ocurrió en 1993, cuando la cadena de televisión NBC emitió un programa que denunciaba la utilización de trabajo infantil en las plantas textiles que la empresa americana Wal Mart tenía en Bangladesh. Miles de anti-globalizadores se manifestaron pidiendo el boicot a la Wal Mart. La multinacional cedió ante la presión y dejó de “explotar” a millares de menores. ¿Qué pasó con esos niños? Un estudio realizado en 1995 llegó a una triste conclusión: los que no habían ido a trabajar en empresas locales a cambio de salarios inferiores, acabaron en prostíbulos indios o tailandeses. Pocos fueron los que fueron al colegio. La razón es clara: cuando uno es pobre no puede permitirse el lujo de ir a la escuela y se busca la vida como sea. Y, normalmente, la vida que ofrecen las multinacionales “explotadoras”, por mala que sea, es mucho mejor que la de las empresas locales o la prostitución. Dicho de otro modo, la prohibición del trabajo infantil no solo perjudica a las familias más pobres del planeta (¿se imaginan lo que hubieran dicho nuestros bisabuelos cuando tenían 12 años y trabajaban en el campo y en la fábrica, si unos grupos de activistas americanos les hubieran dicho que no podían trabajar para alimentar a sus familias porque el trabajo infantil estaba mal visto en su país?) sino que a menudo incentiva la prostitución infantil.
En el capítulo dedicado a los problemas medioambentales se señalan dos problemas de "los mercados sin regular [que] tienden a no funcionar bien cuando se trata de producir bienes comunales y bienes sujetos a externalidades". (P. 103). Aunque Ronald Coase ha escrito mucho sobre estos temas y no creo que esté completamente de acuerdo.

"Las diferencias de renta entre países van en aumento, las desigualdades económicas entre personas empezaron a reducirse en 1978".  (P. 111). Ante el mantra de que "los países ricos cada día se enriquecen más porque explotan a los pobres" el autor indica las razones de la pobreza de muchos países, como son, "líderes políticos desastrosos", implementación de "políticas socialistas de planificación" y "gobiernos dictatoriales". (P. 112).

Muy importante la diferencia entre mercados y economía de mercados, los primeros "ya existían en la época medieval o en las ciudades griegas. Pero no eran economías de mercado". La economía de mercado "es un conjunto de instituciones legales y políticas que garantizan a los individuos poder tomar decisiones económicas en plena libertad". Entre esas "instituciones importantes se encuentra el gobierno, que debe asegurar el cumplimiento de la ley, el orden público y la justicia, que debe garantizar los derechos de propiedad y la competencia, que debe encargarse de resolver los colapsos del mercado (bienes públicos y comunales y externalidades), de proteger a los desprotegidos y de garantizar la igualdad de oportunidades". (P. 113).

El impuesto de la renta y "sus tipos impositivos han subido y subido hasta alcanzar los obscenos niveles de la actualidad", cuando "hace un siglo ni siquiera existían". (P. 120). Por lo tanto hay que tener cuidado con la introducción de nuevos impuestos.

Respecto de la ayuda a África "para evitar el derroche, yo (el autor) sería partidario de que el dinero de los países ricos se centrara en las ayudas sanitarias". (P. 141).

El autor plantea diversos tipos de ayuda para África (P. 142):

- Que los países ricos compren las vacunas desarrolladas por las empresas farmacéuticas y que las donen a los enfermos de los países pobres. 

- Lo mismo para "cereales transgénicos capaces de sobrevivir en las tierras complicadas del trópico africano".
- "Reducir  las barreras proteccionnistas y las subvenciones que tanto Estados Unidos como Europa dan a sus productos agrícolas. Los contribuyentes pagamos más de 340 000 millones (¡¡¡trescientos cuarenta mil millones!!!) de euros anuales para subvencionar a los campesinos europeos y americanos". Una muestra de esta indecencia es que "el año pasado, 40 millones de litros de leche se echaron a perder en el norte de Tanzania mientras los supermercados de la capital, Dar es Salaam, solamente vendían leche holandesa. ¿Cómo es posible que sea más barato comprar leche holandesa que leche tanzana en Tanzania? La explicación es bien simple: los productos europeos disfrutan de obscenas subvenciones, lo que les permite competir (deslealmente) con los de los países pobres". (P. 174). Por ejemplo, en Nueva Zelanda han eliminado las ayudas hace tiempo, y el sector va mejor que antes.

Hay que tener cuidado con los programas de ajuste propuestos por las instituciones internacionales porque si "no tienen en cuenta los perjuicios que se causan a los más desamparados pueden acabar generando una sensación de injusticia, un malestar social y una violencia colectiva que acabe con  la viabilidad de todo el proyecto". (P. 147).

Hasta aquí casi todos los comentarios han sido de la primera parte del libro. En lo que sigue incluyo los extractos de los artículos de la segunda parte del libro.

Interesante este apunte sobre la psicología humana:  "En los días que sucedieron al crack del 1987, el profesor Shiller se dedicó a entrevistar a miles de inversores de Wall Street, preguntándoles por qué habían decidido vender sus acciones repentinamente durante aquel fatídico lunes 19 de octubre. La respuesta fue sorprendente: "la mayor parte de los inversores vendieron porquè veían que los demás inversores estaban vendiendo y los precios estaban bajando". (P. 162).

El autor advierte en la presentación de la segunda parte del libro que "la experiencia y la perspectiva histórica que tan sólo nos proporciona el paso del tiempo hace que las personas cambien su modo de pensar. Evidentemente, yo no soy una excepción a esa regla y lo que opinaba hace unos años no tiene por qué ser necesariamente lo que pienso ahora". Se hace evidente lo anterior cuando el autor escribe sobre la crisis asiática: "(Ni Alan Greenspan ni el Profesor Rojo hubieran dejado nunca que los bancos se endeudaran tanto e invirtieran en proyectos tan arriesgados, y mucho menos hubieran subsidiado las pérdidas de los bancos) la crisis no se habría producido. Por lo tanto, lo que hay que hacer es reformar el sistema financiero (e imponer una supervisión pública parecida a la que tienen los bancos de países occidentales), elimininar el nepotismo y la corrupción en lugar de introducir barreras a la libertad de empresa y a la libre circulación de mercancías, capitales y tecnología". (P.178). Pues es exactamente lo que ha pasado en España y en gran parte de Europa, por lo que creo que pocas lecciones podíamos y podemos dar.

Para criticar a los globófobos el autor recurre a mi admirado Vargas Llosa con una comparación muy acertada: "Mario Vargas Llosa comparaba al movimiento anti-globalización con una sublevación campesina que existió a finales del siglo XIX en los estados de Bahía y Sergipe en el norte del Brasil: la revolución de “los quebraquilos”. Liderados por el carismático predicador, el Apóstol Ibiapina, ese grupo revolucionario se oponía a la introducción del sistema métrico decimal y asaltaba tiendas y almacenes destruyendo balanzas, quilos y metros. Los quebraquilos, decía Vargas Llosa, intentaron evitar lo inevitable “negando lo real y lo posible en nombre de lo imaginario y la quimera”. Lo mismo que los globófobos". (P. 187). También recurre a la desastrosa situación de Cuba para anular completamente cualquier razonamiento en contra de la globalización y sus beneficios: "Fidel Castro no sabe lo bien que le va el bloqueo económico al que le somete Estados Unidos. O al menos eso se deduce de los argumentos de los grupos antiglobalización. Si nos los tomamos en serio, el bloqueo debería beneficiar al pueblo cubano ya que lo protege de la explotación de las multinacionales, evita el intercambio desigual que perjudica a los países de la periferia, impide que el neoliberalismo salvaje reduzca los "fabulosos" salarios que ganan los trabajadores cubanos, no permite el acceso de las tecnologías uniformizadoras, fomenta la libertad política y democrática al evitar que el Gobierno se convierta en siervo del gran capital imperialista, y elimina la prostitución infantil al excluir el turismo sexual norteamericano que hizo de la Cuba de Batista el gran prostíbulo de América (todo el que haya visitado la isla recientemente habrá observado que, gracias a Fidel, en Cuba ya no hay prostitutas). ¡El Comandante debería dar las gracias al Congreso norteamericano por impedir que la isla caiga en las garras de la globalización!". (P. 189).

Sobre los timos financieros una reflexión con la que estoy totalmente de acuerdo: "Otra prioridad del gobierno debería ser la de no compensar a los que han sido timados con el dinero de los contribuyentes, Las  leyes del mercado implican que las monumentales ganancias son para el que se arriesga... pero también lo son las monumentales pérdidas. Lo que no puede ser es que cuando se gana, los privados se embolsan los dividendos y cuando se pierde, paga el contribuyente". ( P. 198).


Al escribir sobre el impuesto de sucesiones el autor da un dato interesante, en negrita en el texto, aunque me gustaría saber como se ha medido. La cita es: "los defensores del impuesto de sucesiones pasan a argumentar que el verdadero objetivo del ISTP no es el castigo o premio a la conducta de los padres, sino la garantía de igualdad de oportunidades para los hijos. Ese argumento, que podía ser cierto en los siglos XVIII o XIX, cuando la riqueza del país era la tierra y el capital físico, ha dejado de ser cierto en el siglo XXI, cuando el 75% de la riqueza nacional es el capital humano: la desigualdad de oportunidades ya no se debe al hecho que unos pocos niños heredan tierras o empresas y los demás no heredan nada, sino a que unos padres dotan a sus hijos de un nivel de educación que les permitirá obtener remuneraciones elevadas, mientras que otros padres no lo hacen". (P. 200). 

Hay muchas más ideas interesantes en el libro, la linea de pensamiento de Sala i Martín es clara, que el Estado se limite a sus funciones básicas y deje que las personas y empresas puedan interaccionar libremente dentro de un marco legal establecido.

La duda que me asalta es como una persona con las ideas anteriormente comentadas puede ser nacionalista. Misterios de la mente humana. 

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Titulo: Economía liberal para no economistas y no liberales.

Título original: Economia liberal per a no economistes i no liberals.
Autor: Xavier Sala i Martín.
Editorial: Plaza & Janes Editores, S.A.
Fecha: 2002.
Traductor: Anna Jolis.
Páginas: 271.

2 comentarios:

  1. Pues me parece una lectura la mar de interesante, cosa que probablemente no pensaría si no hubiera leído esta entrada y me hubiera guiado por la portada del libro ;P

    No suelo leer libros sobre esto aunque sigo al "Doctor" Rodríguez Braun por la radio y de vez en cuando le echo un vistazo a los artículos de Krugman en el New York Times/El País. Este último, por cierto, tiende a ser bastante "pitoniso". Acertar, acertará a veces, pero acojonar, acojona siempre. Me apunto al señor Sala. Un saludo.

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    1. Para eso están las reseñas de los libros, para intentar descubrir que tienen dentro e interesar a la gente. Me alegro que te haya ayudado.
      Sala i Martín es un tipo con muy buenas ideas y reflexiones, aquí te dejo el enlace de todas las entradas que he puesto en mi blog: http://manuelalvarezlopez.blogspot.com.es/search/label/Xavier%20Sala%20i%20Mart%C3%ADn

      El Doctor me encanta, se nota que es profesor, soy afín a muchas de sus ideas, y aunque no esté de acuerdo me gustan sus razonamientos y manera de pensar.

      A Krugman le he leído hace tiempo, ya no me interesa, los pitonisos no me gustan, pero es una persona con algunas buenas ideas pero se ha convertido en un personaje. Sala i Martín le admira.

      Gracias por el comentario.

      Ya conocerás este libro de Rodríguez Braun: http://manuelalvarezlopez.blogspot.com.es/2012/07/el-liberalismo-no-es-pecado-la-economia.html

      Y este otro de Matt Ridley es colosal: http://manuelalvarezlopez.blogspot.com.es/2012/06/el-optimista-racional-matt-ridley-2010.html

      Un saludo

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